
En la primavera de 1855 Verdi le solicita a Antonio Somma un libreto para una nueva opera para la temporada 58-59 del teatro San Carlos de Nápoles (“un relato de sentimientos, no un espectáculo, novedoso. Con situaciones interesantes, hermoso y apasionado, ¡pasiones sobre todo!”).
El argumento, elegido luego de un intenso trabajo de búsqueda, había sido escrito quince años atrás por Eugene Escribe para los escenarios franceses y musicalizado entre otros por Auber (Gustave III ou Le Bal Masque, Paris 1833), y mas tarde traducido y adaptado por Salvatore Cammarano para Mercadente (Il reggente, Turín 1843).
Antonio Somma, era un literato destacado pero un libretista inexperto (aceptó la colaboración con Verdi a cambio de permanecer anónimo), por ende, el rol de Verdi en la construcción del texto fue activo y real importancia.
A mitad de noviembre, la censura oficial de Nápoles, pidió modificar el lugar de acción (Suecia), y el estatus del protagonista (monarca). Verdi aceptó los requerimientos impuestos pero se negó al pedido de transportar la acción al siglo XII; el Medioevo le parecía irreconciliable con las características irónicas y refinadas del protagonista y del paje Oscar.
El atentado a Napoleón III cometido por Felice Orsini en enero de1858, complicó aun mas la situación. Verdi, obligado a musicalizar un proyecto que por esas alturas ya se llamaba Adelaida de los Adimari, (ambientada en Florencia en el siglo XIV, donde Amelia en vez de esposa era hermana, entre otras alteraciones) decide negarse a seguir trabajando y se embarca en una dura lucha judicial.
Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con las autoridades napolitanas Verdi decide retirar su proyecto del San Carlos, y presenta en su lugar Simon Boccanegra con gran éxito. Y se dirige a Roma con su nuevo material, esperando una relación menos tensa con los censores locales, teniendo en cuenta que por esa época, se representaba en Roma una comedia de Tomasso Gherardi con el mismo argumento.
Efectivamente, Verdi logró la aprobación de los censores romanos luego de conceder tres alteraciones sustanciales (La acción fue ambientada en la América del Norte del siglo XVII, Riccardo perdió el titulo de duque por el de conde, y muchos términos y expresiones fueron eliminadas o modificadas).
La opera tomó la fisonomía que hoy conocemos y se estrenó con un éxito de publico aun si las cantantes no se destacaron por su eficiencia.
La critica local fue menos fervorosa y guiados por un espirito reformista, juzgó a la ópera de ser extremadamente convencional, al libreto de rallar en lo absurdo en algunas expresiones y situaciones, de carecer de energía, y de presentar personajes escasamente delineados. Lo que más desconcertó fue la relación entre ironía y tragedia, que venía siendo desarrollada por Verdi desde Rigoletto.
Posteriormente, se quiso montar la opera, según las intenciones originales de Verdi, resultando la denominada versión “sueca” en contraposición de la versión “americana” , que se presentan indistintamente.
La ópera se convirtió en una de las más amadas y representadas de Verdi hasta el fin del siglo diecinueve, a pesar de sus características restrictivas para los teatros menores (cinco personajes importantes en escena y la necesidad de tres voces femeninas altamente dotadas y de diverso carácter).
Sin embargo, en las primeras décadas del siglo veinte, fue menos representada en lo que se llamo la “Verdi Renassaince” que sus otras composiciones. En parte por su estilo heterogéneo que en algún punto daba a pensar en superficialismo y escasa profundidad psicológica. Posteriorermente, se le ha reconocido a esta ópera el merito de haber logrado una exitosa síntesis entre exigencias de equilibrios formales y nuevos elementos estilísticos: y es así que se la considera justamente como uno de los mayores logros de la edad madura de Verdi.